Rasspu

¿Qué pasa, güey?

• 17/02/2025 22:52:00.
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I have a dream.

::: --> Editado el dia : 17/02/2025 23:34:05
::: --> Motivo : .

Anoche me fui a la cama con el estómago revuelto, me había comido un par de latas de mejillones picantes del Mercadona. Creo que también tenía un poco de fiebre. Quizá fiebre, o quizá solo el hastío de otro día jodido. Temía pasar la noche en vela, pero, contra todo pronóstico, el sueño me venció pronto. Y entonces, empezó aquel extraño sueño...
En mi sueño, alzo la vista y leo la placa dorada con el logo de la Junta: Consejería de Desarrollo Propio, Diálogo Banal y Sostenibilidad de PLDS. No hay duda, es aquí.
Penetro en un recibidor cuyo suelo parece haber sido el causante de que varias catedrales se quedaran sin mármol. Asciendo por una escalera hasta alcanzar la quinta y última planta: un espacio diáfano, inmaculado, de un blanco cegador. No hay ventanas, ni muebles, salvo una solitaria silla de enea. En su respaldo, un letrero reza: "Funcionario de carrera", me siento en ella y aguardo. De un altavoz situado en una de las esquinas, emerge una voz metálica que recita sin parar: "Está en un lugar donde el aire huele a resignación, un lugar donde la tierra se impregna de miseria y la cobardía se convierte en poesía, un lugar donde la pobreza viaja en autobús, anunciada por la lenta y agónica melodía que surge de las notas de un decreto. Un lugar donde las palabras 'lucha' y 'dignidad' han desaparecido, reemplazadas por las brillantes bases de un concurso”.
Al cabo de unos instantes, una puerta, hasta entonces inadvertida, se abre al fondo de la sala. De ella emerge un hombre orondo que avanza hacia mí con pasos cortos y lentos, como un hipopótamo con una grave dolencia hemorroidal. Me informa de que el Consejero me está esperando y me indica que le siga.
Al cruzar el umbral del despacho, mi acompañante se retira y cierra la puerta tras de sí. Las paredes, completamente revestidas de madera, me evocan la imagen de un gran ataúd. Al fondo, frente a una ventana oscurecida por una espesa cortina azul que filtra la tenue luz del atardecer, se encuentra el consejero, inmóvil, contemplando una extraña maqueta sobre su escritorio. No hay silla donde pueda sentarme, así que me acerco y me quedo de pie, frente a él.
—No comprendo el propósito de su pregunta —dice, con una dicción tan poco agradable como su cara. Tiene los ojos muy pequeños y la piel del cuello descolgada, como si le estuviese dos o tres tallas más grandes. Viste un traje azul y una corbata a juego, que quizá estuvo de moda en alguna época.
—Es que aún no se la he formulado —contesto perplejo.
—Pues dispare de una vez, que hay prisa —dice sin mirarme. Mueve la cabeza de manera calculada, tratando de mostrar profesionalidad, y cierta impaciencia, manifestando, de este modo, lo valioso que resulta su tiempo y lo afortunado que debo sentirme de que, en esos momentos, lo estuviese malgastando conmigo.
Consciente de que me va a despachar pronto, procuro sintetizar todo y le pregunto sobre el propósito de las bases del próximo concurso, si considera justos nuestros miserables sueldos o la abrumadora cantidad de plds.
—¿No está contento con su sueldo? —pregunta con tono pedante, haciendo hincapié en la pronunciación de las consonantes.
—¿Es una pregunta retórica? Es que aún no le he cogido el aire.
—¿Qué tal duerme? —pregunta el pavo, de repente. Sus oscuras cejas poseen la inquietante cualidad de arquearse constantemente, como si todo a su alrededor estuviese cargado de sorpresa.
—Mal. Muy mal.
—¿Y su vida sexual?
—Igual que mi sueño. Nada que merezca la pena mencionar. Pero no es a eso a lo que he venido…
—¿Piensa mucho en mujeres? —me interrumpe.
—A todas horas. Pero, oiga, ¿qué va a pasar con las bases del concur…
—Un interés anormal por las mujeres suele ser señal de una personalidad inestable —dice, cogiendo una pieza de la maqueta.
—Eso mismo pensaba yo —contesto, e insisto—. ¿Cómo van las bases del concurso?
—Bien, muy bien, ya tenemos todas las palabras. Solo queda ponerlas en orden —dice esbozando una sonrisa irónica sin ninguna intención de disimulo, pretendiendo que se trasluzca el placer que le provoca la situación.
Detengámonos un momento en este instante. Como he mencionado, aquel hombre no dejaba de fijar la vista en una maqueta. Al mirarla con más detenimiento, me di cuenta de que representaba las ocho provincias andaluzas. Prestando más atención, consigo distinguir a unos pequeños seres en movimiento que no paran de erigir construcciones de metacrilato. Son similares a los Curris de Fraggle Rock, pero de color carne.
—Los Funcis. Dóciles y asustadizos. —explica el Consejero, echándose a la boca la pieza que había cogido de la maqueta—. Trabajadores gloriosamente baratos, un verdadero placer contar con ellos.
—Pero, ¡Esto es una aberración! —señalo indignado, mientras le escucho roer.
No dice nada, permanece serio, con el ceño fruncido, mirándome a los ojos por primera vez. El silencio comienza a resultarme cada vez más incómodo. Él continúa en su mutismo, con una expresión que sugiere que está inmerso en alguna técnica de meditación trascendental para promover la paz mundial.