Rasspu

¿Qué pasa, güey?

• 24/02/2025 23:06:00.
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I have a dream II.

::: --> Editado el dia : 25/02/2025 16:56:08
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Me encontraba en mi habitual estado de confusión. Quiero decir, bueno, ya sabéis, nada parecía funcionar bien: el trabajo, el ocio, las mujeres, la vida... En la tele, estaban echando un partido de futbol. Estuve viéndolo. Me daba igual quien ganase. Mi único pensamiento era lo bien que viviría siendo un PLD. Debí quedarme dormido, pues lo siguiente que recuerdo es andar por un pasillo de Torretriana. Grupos de funcionarios deambulaban por el mismo. Siempre me asombraba el hecho de que unos tuvieran tanta prisa por ir en una dirección y otros por ir en la contraria. Alguien debía estar equivocado.
Llegué. Allí estaba: Dirección General de Innovación en los Enchufes e Inclusión Familiar de Altos Cargos. Entré. Era una gran estancia a oscuras que daba a otra gran estancia aún más a oscuras. Había una mujer al otro lado de una mesa que debía medir cuarenta metros. Tenía bonito cuerpo, bonita cara, bonitas ropas. Era pelirroja, y sus ojos eran del color del cielo después de la lluvia. Se sentó, cruzando las piernas, también bonitas. Tenía la cara salpicada sutilmente de pecas de una tonalidad tan suave como la piel que había bajo ellas. Tal vez no era la mujer más guapa que había visto en mi vida, pero sin duda de las más hermosas, sobre todo cuando ladeaba ligeramente la cabeza al hablar. Además de una blusa blanca, vestía unos pantalones grises. Nada provocativo, nada chabacano. Ropa que, sin embargo, por un momento no pude dejar de imaginarme quitando.
—Rasspu Rass, ¿verdad?
—Así es.
—¿Es ruso?
—No, cordobés.
—Ah. Si no me han informado mal, tuvo una entrevista con el Consejero. ¿Qué tal?
—No saqué nada en claro.
—¿No será uno de esos?
—¿Uno de cuáles?
—De esos que se quejan en el foro de buscaoposiciones.
—No, que va.
—Me alegro. La gente aguanta lo que le echen. De hecho, van a aguantar cosas peores.
Guardó silencio, extrajo del bolso un paquete de palomitas de maíz y se echó un puñado a la boca. Podía hacerlo, era la Directora General.
—Me han comentado que quiere ser Pld.
—Así es.
—¿Le gusta la política de la Junta?
—No está mal.
—Por favor, dígalo como si de verdad lo sintiera, Rasspu Rass. Muestre algo de entusiasmo.
—¡Joder, sí, me encanta! —exclamé con una sonrisa. Debo admitir que imaginar los 60.000 machacantes que entrarían en mis bolsillos todos los años facilitó la tarea.
Dejó escapar de su boca una bocanada de aire, mezcla de risa y suspiro, y adornó su rostro con una sonrisa. Aquello me irritó un poco, en parte porque sentí que me trataba con magnanimidad, y en parte porque concebí el pueril impulso de ponerle fin con un buen morreo.
—Muy bien, Rasspu Rass, aquí tiene el formulario que debe rellenar para el puesto. Tiene cinco minutos—Me entregó un folio en blanco y un bolígrafo.
—¿Debo describir los puestos de trabajo que he ocupado, la antigüedad, los cursos y eso? —pregunté observando aquel folio vacío.
—Eso es irrelevante—contestó, llevándose otro puñado de palomitas a la boca y recostándose en su sillón, haciendo que los botones de su blusa se tensaran contra su pecho.
La miré desconcertado durante unos segundos. Concluí que aquello debía ser parte de la prueba, así que, echando mano de mi creatividad, me dispuse a dibujar el logo de la Junta usando una deconstrucción del gesto risueño de nuestro presidente.
Pero, por más que deslizaba el bolígrafo una y otra vez sobre el folio, no aparecía nada. Aquel maldito artilugio tenía tinta blanca. Blanca y en botella, pensé estúpidamente. Para más inri, en mi campo de visión apareció una mosca. Una mosca gorda y fea. Me quedé observando su errático vuelo, de un lado a otro, preguntándome por qué nunca iba en dirección recta y cuál sería la ventaja evolutiva que encontraba en zigzaguear. ¿Dar por culo con mayor intensidad? Se posó en el folio. Permaneció allí unos instantes, con sus ojos estúpidos y redondos, frotándoselos de vez en cuando con sus patas delanteras luego emprendió el vuelo y desapareció. No lograba concentrarme, y el tiempo se deslizaba con rapidez. En ese momento, me percaté de que estaba desnudo. Estaba allí, sentado, desnudo, observando a aquel bellezón de mujer. Ella hizo tintinear una campanita sobre la mesa, dando a entender que el tiempo había llegado a su fin. Un grupo de personas irrumpió en la sala, todos vestidos con impecables trajes blancos y sombreros de copa a juego, donde resaltaban las iniciales "PLD". No les presté la menor atención. Entonces se me acercó un tío.
—¿Quién eres? —me preguntó de forma osca—. ¿Cómo te llamas?
—Rasspu. Rasspu Rass.
—Nunca he oído hablar de ti—dijo. Aquel tipo te resultaba odioso en cuanto le mirabas, así que dejé de mirarlo.
—Ya oirás —contesté.
—Toma. Ponte estos pantalones.
—Ok.
—Oh... Te están grandes —dijo la directora.
—Están bien —dije.
—Bueno, ponte la camisa.
—Ok.
En la parte derecha de la camisa estaba serigrafiado el logo de la agenda 2030.
—¿Algún problema? —preguntó la directora.
—Ninguno. Convencer a alguien de que, chupando una pajita de papel o haciéndose una exfoliación de lengua con un tenedor de madera, está salvando el planeta, debería ser considerado el mayor invento desde la rueda.
—Ten la chaqueta.
—Nada de chaquetas.
—¿Nada de chaquetas?
—Nada de chaquetas.
—¿El sombrero?
—Nada de sombrero.
—¿Va a ir sin sombrero? —preguntó la directora.
—Voy a ir sin sombrero.
—Está bien. Si sale por aquella puerta, al final del pasillo encontrara su despacho. Allí le esperan sus dos secretarias.
“Dos secretarias”, pensé. ¿Estarán buenas?
—“No —dijo la directora sin abrir la boca, como si hablara directamente a mi mente—. Han entrado por el concurso de estabilización, les quedan tres meses para jubilarse”.
Pero, ¿cómo era posible? ¿Acaso me había leído el pensamiento? ¿Acababa de leerme la mente?, me pregunté, desconcertado.
—Oiga, así de perfil... —dije, tratando de disimular, esforzándome en dejar mi mente en blanco y, sobre todo, desterrando cualquier imagen o pensamiento sobre su voluptuoso pecho—, me recuerda a alguien. ¿No nos hemos visto antes?
—Tendrá que probar con algo mejor… —No estaba seguro de si me estaba tirando los tejos, así que me encogí de hombros, me despedí estrechándole la mano y salí por la puerta antes de que mi mente me jugara una mala pasada. Una oleada de felicidad y emoción me envolvía, por fin iba a ocupar mi puesto de libre designación.
En cuanto comencé a recorrer aquel estrecho pasillo de apenas diez metros, la perspectiva, se fue, poco a poco, distorsionando gradualmente, como si las paredes se inclinaran sutilmente, desafiando la geometría. La puerta de mi despacho se presentaba como un rectángulo oscuro al fondo. Era evidente que algo estaba ocurriendo, pues, conforme más avanzaba en su dirección, más parecía alejarse, achicándose cada vez más, haciéndose más y más pequeña.
Tras hora y media de marcha por aquel extraño pasillo, el agotamiento y la opresión se volvieron cada vez más insoportables. Cuando creía estar cerca de la puerta, esta parecía desvanecerse ante mí. Su forma no era totalmente sólida. Al mirarla, era como si te lloraran los ojos. Empecé a notar una desagradable sensación en el estómago, algo parecido al movimiento de varias ratas dentro de una caja. La temperatura descendió bruscamente.
Desperté en el sofá, por la ventana abierta de par en par, entraba la fresca brisa de la noche, y recordé, quién sabe por qué motivo, que más allá de esa ventana pronto sería primavera. Percibí el aroma a azahar y a tierra húmeda en el aire.