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::: --> Editado el dia : 13/07/2025 15:55:22
::: --> Motivo :
El tipo del hotel me saludó con un "buenos días". Yo le sonreí como si supiera qué día era. En realidad, no eran buenos. Ni siquiera eran días. Eran limbos disfrazados de rutina. Pero, ahí estábamos. Rapid City. 21 de junio del 77. Sonaba a western barato. Ciertamente, lo era. Me temblaban los tobillos. El estómago me gruñía como un perro cojo. No era hambre. Era todo lo demás. Apenas podía abrocharme los zapatos sin quedarme sin aire. La grasa me abrazaba como esas exnovias que te llaman a las tres de la mañana, jurando que te odian. La voz… bueno, la voz aparecía de vez en cuando… estaba ahí, a veces, si la agarraba por sorpresa. Pero el resto... el resto era ruina con maquillaje.
Y yo, Elvis Aaron Presley, caminaba por los pasillos del auditorio como un fantasma con lentejuelas, listo para un show más… quizá el último. Aun así, el auditorio estaba lleno. Lleno de ojos desconocidos. Algunos vidriosos, otros devotos, la mayoría borrachos de nostalgia. Yo sabía lo que significaba eso. Era el principio del adiós.
Tenía el estómago hecho un nudo, el corazón latiendo como un ratón atrapado en una caja de zapatos. Y aun así, ahí estaba: embutido en lentejuelas doradas, metido en un traje que parecía diseñado por un proxeneta con delirios místicos, sudando bajo los focos como un puerco. Las luces me golpeaban la cara como si intentaran interrogarme. Y yo no tenía respuestas. Solo pastillas, sudor, y una colección de errores, cada vez más notorios.
Estaba solo. Más solo que nunca. La mujer se había ido. Lisa Marie apenas me miraba. Y los chicos del séquito solo querían su parte del festín, como hienas con trajes blancos. Me rodeaban, sí, pero con esa mirada de “¿cuánto le queda a este hijo de puta para estirar la pata y dejarnos vender el piano en Sotheby’s?”.
Pero algo… algo me picó esa noche. Tal vez fue el sudor bajándome por la raja del culo. O tal vez fue la cercanía de la muerte, que empezaba a susurrarme como una amante: “Vamos, Rey, una última antes de apagar las luces”. Y de repente, me dio por hablar. “Tengo que hacer esto primero”, solté. La gente se calló. A veces el infierno también se detiene a mirar. Pensaron que era parte del show. Que venía algún chiste, un golpe de cadera, un guiño. Pero no. Era una súplica. Era un "espera un segundo, que me estoy muriendo y quiero dejar algo hermoso en esta tierra".
Caminé hacia el piano como si fuera a un confesionario. Le pedí al batería que sostuviera el micro, no por falta de costumbre, sino porque ya no podía sostener otra cosa que no fuera mi propio peso y mis arrepentimientos. Y entonces… toqué. Toqué como si me estuviera desangrando por los dedos. Y canté. Canté como un perro viejo aullándole a la luna.
“Oh, my love, my Darling…”
Y entonces, sucedió el milagro. El aire se llenó de electricidad. Como si el universo, de pronto, se diera cuenta de que el Rey ya no bailaba, pero aún sangraba música por la garganta. El silencio fue hermoso. No vacío. No tenso. Hermoso. Como si el mundo dejara de girar para escuchar a un hombre quebrado cantar su epitafio.
“Lonely rivers flow to the sea, to the sea...”
Sí, los ríos solitarios fluyen. Y yo era uno de ellos. Un río de grasa, sudor, y tragedias personales. Vi las caras. Algunos lloraban. Otros no sabían si aplaudir o rezar. Pero las muchachas... ah, esas muchachas. Me miraban como si todavía hubiera algo por lo que quedarse. Como si debajo de las capas de sudor, fármacos y camisas imposibles, aún viviera ese muchacho que hizo temblar al mundo con un movimiento de cadera.
“Wait for me… I’m going home…”
“Espérame... estoy yendo a casa... espérame...”
Y por un momento —un respiro, un parpadeo, un susurro de Dios— creí que era cierto. Que alguien me esperaba. No Lisa Marie. No Priscilla. Tal vez solo yo mismo, al otro lado. Ese chico del Tupelo polvoriento que aún creía en algo más que la fama, el dinero y las pastillas que te hacen olvidar cómo se llaman tus amigos. Ese que creía en el amor, en Dios.
“Necesito tu amor… necesito tu amor” “Que Dios envíe tu amor hasta mí”
Bajé del escenario con el alma vacía. Dije algo sin sentido. Me tambaleé un poco. Nadie lo notó. Esa fue la última vez que toqué el piano en público. Y por unos malditos minutos, Elvis estuvo ahí. Realmente ahí. Tan humano, tan roto, tan vivo que dolía. Y carajo… fue hermoso.
Aquella interpretación íntima, cargada de pasión y autenticidad, provenía de un hombre roto que, en los últimos años, se había convertido en una triste parodia de sí mismo. Sin embargo, esa noche logró conmover profundamente al auditorio. Apenas un mes después, el 16 de agosto de 1977, su pareja, Ginger Alden, lo encontró sin vida en el baño de su mansión, tendido sobre un charco de vómito. Tenía 42 años. Este es mi pequeño homenaje. (Podéis ver a continuación el vídeo que refleja esta historia, cortesía de Mercurita, que ha tenido la amabilidad de compartirlo).
Te refieres a, esta?
[--https://youtu.be/psFTtV7c0kQ?si=WVLO_-28S-r-ZgL3--]
La misma.
• 13/07/2025 13:43:00.
• Mensajes: 23
• Registrado: agosto 2021.
Madre mía, Rasspu... entre tú y Elvis me habéis tocado el alma. Qué emoción.
::: --> Editado el dia : 27/07/2025 1:50:40
::: --> Motivo :
Rasspu, acabo de ver la película de Elvis y me he acordado de tu hilo. Después de verla, no se puede describir mejor esos momentos desgarradores de su final. Te he releído y es emocionante lo que has descrito.