Belaya Smert

Mejor luchar contra uno mismo que contra el mundo

• 17/03/2020 10:16:00.
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Nostradamus predijo la corrección del tercero

El hombre del traje gris esperaba con nervios en el semáforo del Puente de Calavera. Ocho carriles lo separaban de la Ciudad de la Justicia, cuando de repente todo sucedió. Su mano temblorosa sujetaba el maletín con estampa sellada del Rey emérito Juan Carlos I, en cuyo interior cientos de folios escritos de puño y letra por luchadores de sueños se enzarzaban entre sí para alzarse victoriosos.

Se encontraba a escasos metros del detector de metales de la puerta de la entrada, y pudo evitar de esta forma el aire enrarecido que había contaminado al pueblo.

Una vez dentro del edificio miles de funcionarios cada uno de ellos con su traje de protección individual y como si de una producción en serie se tratara corregían exámenes de forma ordenada y militar. El modelo de ensamblaje de Henry Ford había sido mimetizado para el bien de la Administración Pública y cada funcionario se había especializado en una función específica de la corrección. Los exámenes con mala letra eran descartados por unos, los que tenían preguntas en blanco por otros, y los que tenían preguntas inventadas, aunque llegaban a la última fase de la cadena productiva, era descartados de igual modo.

El hombre del traje gris se dirigió al punto de entrega del maletín, a fin de depositarlo en la cadena de producción. La tan ansiada espera llegaba su fin. Los exámenes pasaban cada una de las fases, pero únicamente los más afortunados llegaron a la última fase de pruebas. Fue allí donde todo sucedió.

En la cinta transportadora se había colado una vacuna, cuya preparación había sido destinada a la cura de los pecados capitales, la lujuria y el placer de la carne. A evitar un mundo salvaje, sin reglas, en el que algunas mujeres se veían obligadas a vender su tiempo, por una ración de comida. Una vacuna que por fin lograría diferenciar el comportamiento animal del comportamiento humano, el insecto del sofá, la anarquía de la organización y comunicación de una ejemplar sociedad civilizada.

El Sr. K, a quien le habían entregado el maletín, y cuya mano se había erigido en determinar quién pasaba a la fase de méritos y quien no, debía elegir entre los cientos de exámenes que por fin habían superado el destrío de la cinta y la vacuna que curaría a esta sociedad enfermiza.

Por suerte, uno de los exámenes que se asomaba había sido escrito en papel de W.C., y el Sr. K, no se pudo resistir ante tal manjar, agarrándolo fuertemente como quien coge un cimbrel estando solo en cuarentena. La cinta siguió su curso y la vacuna cayó al suelo rompiéndose en mil pedazos. Lo que para el común de los mortales era un slowmotion entre el metro que separaba la cinta y el suelo, para el Sr. K fue una forma de evitar la disyuntiva entre la importancia de tener que corregir exámenes o la salvación de la humanidad.